Una obra extraordinaria, se trata, en efecto, de una exposición que recoge una selección de 10 años de trabajo de este polifacético maestro. En pintura hacen presencia cuadros como La Trilogía de la Santa Peste, los conocidos personajes con extrañas aves e insectos, y los paisajes con árboles captados en diferentes estados del tiempo. También se muestran tintas y dibujos, algunos tienen que ver con los trabajos de ilustración del libro Hablemos, de Octavio Santana Suárez, volumen que trata temas varios: historia, justicia, amistad, amor, etc.
Los territorios que Nicolás Herrera investiga, le sirven para conocer los mundos imaginarios que aparecen en sus lienzos. De allí el sugestivo resplandor y el canto permanente de los temas asimilados en su entorno desde la infancia. Más allá de si mismo, el artista halla, y describe en forma metafórica, un cosmos accesible al espectador a través del lente de sus figuras. Las alegorías actúan como elementos de conexión, son articulaciones entre la materia y la forma, resultado de propuestas nuevas, fundamentalmente espirituales.
Herrera integra dos aspectos fundamentales en una sola propuesta de conjunto: la pintura, o sea el espacio de color y la tridimensionalidad, abierta a una moderna tipología espacial. En cada una exalta la armonía de su visión de la plástica, con un gran poder comunicativo.
Sus personajes fantásticos, únicos, pueblan ese mundo tan suyo, con gran trascendencia en el terreno de la estética y en el ámbito del simbolismo mágico y ritual.
Son los deseos del pintor los que están en juego; sus afectos, sus emociones, su conciencia; es decir; su yo como ser humano. Pero también es el artista, en permanente evolución hacia el descubrimiento de sí mismo, de sus potencialidades creadoras, que por más que se revelen en cada obra, serán siempre un misterio.